Entrevista a Miriam Hernández Reyna

Miriam Hernández Reyna es filosofa, historiadora y especialista en historia del tiempo presente. Actualmente en post-doctorado en el Centro de historia social de los mundos contemporáneos (Université Paris 1 Panthéon-Sorbonne), sus trabajos abarcan la elaboración de una memoria post-colonial relativa al pasado indígena en México. Acaba de publicar: “Ser o no ser indígena: oscilaciones identitarias dentro de la Interculturalidad de Estado en México” (2021, Journal of Latin American and Caribbean Anthropology).

 

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¿Qué fechas pueden ser consideradas como representativas del proceso de conformación nacional en México?

Ahí hay dos posibilidades de respuesta. La primera es hacerle caso al relato nacional: 1521, la conquista de México, 1821, la Independencia y sobre todo la Revolución en 1910. Pero si interrogamos los procesos históricos, y pensando en el tema de la memoria, me parece que nuestra idea de nación es muy reciente y tiene que ver no con la idea de Estado nación del siglo XIX sino con el siglo XX y la formación del nacionalismo contemporáneo. Hay que recordar que después de la revolución, el país estaba desmembrado, desarticulado y había que “forjar patria” como lo decía el antropólogo Manuel Gamio. Nuestra idea más contemporánea de patria nace con el PRI y la formación de una cultura política. Allí nace una idea de lo mexicano, del mestizaje entendido como la fusión de razas. Ese es el proceso real de formación nacional que después va a recuperar la periodización histórica que hoy conocemos como nuestra historia nacional. Es a partir de allí que se habla de un México prehispánico y que se empieza a patrimonializar el pasado prehispánico.

 

¿Qué opina de la selección de fechas propuestas por el gobierno para conmemorar el bicentenario de la Independencia?

Aquí quisiera recuperar una idea de un amigo historiador que es Guy Rozat. Lo que se está conmemorando nuevamente es el relato clásico relacionado con que se entiende por mexicanidad. Más bien es el propio relato nacional que se conmemora a sí mismo, lo cual es bastante lógico. Hablar de los usos políticos del pasado no es solamente hablar de instrumentalización o de manipulación sino de esta validez que tiene la idea de nación cómo comunidad en la que vivimos. Es un hecho social. Si habláramos de una historia más critica, por supuesto no serían las mismas fechas. Ahora bien, hay un programa en la UNAM “México 500” que justamente intenta problematizar la visión actual del pasado contenida en el programa oficial de conmemoraciones, pero aun así vuelven las mismas frases como: “hay que ver nuestro pasado prehispánico para entender nuestro presente”. O sea, realmente, sí sedimentó la idea de que esas fechas corresponden al nacimiento de nuestra identidad. Entonces, en el marco de la conmemoración, puedo comprobar que el relato oficial y nacional sigue su curso tal como fue establecido en el siglo XX. ¡Así que me sorprendería que fueran otras fechas!

 

¿Cuándo podemos considerar que nació el sentimiento nacional en México? ¿Coincide con la independencia?

Sí y no. Si pensamos en un primer “proto-nacionalismo” (como lo llaman algunos historiadores) el sentimiento nacional puede encontrarse en épocas lejanas y después en el siglo XIX con la independencia. Sin embargo, no hay que olvidar que con la independencia no hay un horizonte de construir una nación liberal, pues hay que recordar que se funda un primer imperio. En el pensamiento de esa época se trata de continuar un poco con el régimen colonial, pero de manera más o menos independiente. Son los criollos que llevan a cabo la independencia. Para ellos hay que generar un imaginario y una identidad nuevos. Pero me parece que afirmar que somos mexicanos desde la independencia y que de allí surgió México como lo conocemos, no es exacto. Es una recuperación de la historia. Nuestra idea de la independencia depende también del imaginario nacional, principalmente educativo, que surge en el siglo XX. Por eso es muy necesario interrogar esta historia reciente del imaginario nacional, ya que ahí tenemos las claves para leer entender por qué nos vinculamos históricamente con esos hombres y mujeres del pasado que a lo mejor no pensaban lo que nosotros que ellos pensaban.

 

¿Se puede considerar que existía la nación mexicana durante la época colonial? ¿En qué medida el sentimiento nacional vivido por los mexicanos en las épocas remotas es diferente del sentimiento de hoy en día?

Voy a contestar con lo que aprendí leyendo a Edmundo O’Gorman que es el gran autor de la teoría de la historia en México. Si pensamos en una historia metafísica, pues claro que podemos encontrar un sentimiento nacional en la época colonial, siempre podemos fundar nuestras raíces en la continuidad de los siglos. Sin embargo, la historia, como disciplina, se ocupa de la alteridad en el tiempo. Esos otros hombres tenían su propia idea de su identidad, pero quizás no como nación porque no existía esta idea de organización política. En los periodos prehispánico y colonial, no se piensa en el Estado-nación. Pienso que no existía un sentimiento idéntico al de hoy, ni siquiera planteado como una variante de la identidad nacional. La idea del Estado-nación surge a partir del siglo XIX en distintos países. Si queremos enraizar la diferencia o la identidad de nuestro sentimiento nacional en esas épocas es porque nosotros necesitamos ese pasado como base que da legitimidad a nuestra identidad actual. No sabemos del todo cómo se percibían a sí mismas las sociedades previas al Estado-Nación, y ahí hay un hueco en la historia. Como historiadora, es muy difícil la pregunta, porque el pasado nunca es puro, la interpretación siempre está mediana por nuestros códigos tanto científicos como políticos de hoy.

 

¿Cómo definir el concepto de nación mexicana en la actualidad? Hoy en día ¿Qué significa conmemorar?

Bueno, esos son temas que están en el corazón de mis investigaciones. Hay un gran progreso en la definición de nación a partir de los 2000 en el contexto del multiculturalismo y de la creación de las instituciones de la interculturalidad. La nación ahora se define como un conjunto pluricultural. En muchos otros países no se plantea el tema de la multiculturalidad como la esencia misma de la nación. Eso sí ha sido una ruptura frente a otras maneras de concebir la nación como mestiza o como homogénea. En los siglos XIX y XX, era una necesidad política que la nación se presentara como unitaria, pues se trataba un discurso defensivo. El siglo XIX fue el siglo de las intervenciones extranjeras, entonces hay que forjar esa nación y sus fronteras reales y simbólicas. Ahora lo vemos como algo negativo, pero era una necesidad y una estrategia. Hoy en día, nadie diría que somos una nación homogénea. Somos una nación plural. Y ha habido consecuencias para recuperar relatos minoritarios (de las comunidades) que forman parte de la nación. En este sentido es muy diferente de la visión francesa de la nación en bloque.

Definir qué es conmemorar es muy difícil, pero significa reconstruir memoria (que va más allá que seguir investigando el pasado), es decir instalar un sentido de la memoria: ¿Qué es lo que queremos recordar? Ahí hay toda una serie de procesos tanto de continuidad con los relatos anteriores, como también cierta artificialidad, no en el sentido negativo, de que “vamos a reconstruir el pasado”. Conmemorar significa entonces reinventar el pasado.

 

¿Cuál es el papel del historiador en las conmemoraciones?

Creo que hay dos roles que están jugando los historiadores. El primero es como implicados en el fenómeno y otro como observadores y científicos sociales.

Por primera vez, el historiador está en el centro de esta forma de memoria que se está promoviendo en México. Durante el nacionalismo mexicano en su época dorada, con el indigenismo y el mestizaje, el antropólogo estaba en el centro. Lo que me interpela mucho en mis investigaciones actuales es que el historiador ahora es una figura fundamental. Andrés Manuel López Obrador se rodea de historiadores. Una parte del trabajo de Beatriz Gutiérrez es también de historia, aunque también es experta en letras. En la UNAM, la comisión del programa “México 500” está formada principalmente por historiadores. Los historiadores están también en los medios, están en Twitter, Facebook, como Federico Navarrete. Hay una demanda social fuerte de historia y sobre todo de historia colonial. En la época del zapatismo, los indígenas hablaban por sí mismos, pero ahora queremos interrogar esos indígenas de un pasado muy remoto. Quién mejor, entonces, que el historiador de la época colonial para poder participar tanto en programas oficiales como en programas académicos.

Como observadores de la conmemoración, podemos complejizar los relatos y no solo los relatos de la época colonial, sino que podemos plantear preguntas sobre la actualidad: ¿por qué nos relacionamos con el pasado de esa manera? ¿por qué tenemos esa visión del pasado? ¿Por qué en el marco de la conmemoración ese es el pasado? Y, sobre todo, ¿de qué nos sirve ahora mismo esa idea del pasado (y no el pasado en sí mismo) para la construcción del presente? Los historiadores del tiempo presente, los teóricos de la historia, los historiógrafos, los expertos en la memoria tenemos un rol que jugar y tenemos que dialogar con los demás historiadores que están más interesados por mostrar lo que pasó. Principalmente, para entender por qué creemos que eso fue lo que realmente pasó hace 500 años. Eso es lo que más me interesa.

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