Ciudad de México, a 12 de octubre de 2021. El monumento a Cristóbal Colón, retirado de su base hace un año, será sustituido por una reproducción de una estatua de origen huasteca, la Joven de Amayac. Este anuncio de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, quien pertenece al mismo partido (Morena) que el Presidente de México, desató opiniones controvertidas, provocó reacciones hostiles por parte de la oposición y dividió a la comunidad de historiadores.
Aun si los medios lo percibieron en un principio como una manifestación del giro iconoclástico del verano de 2020, consecutivo al movimiento norteamericano Black Lives Matter, es preciso entender esta noticia en su contexto nacional y situarla en una secuencia más larga. A decir verdad, este monumento nunca ha gozado de un consenso general en México, regularmente se le objeta, por lo menos desde fines de la década de 1980.
En la actualidad, el lugar de la estatua está ocupado por una figura femenina, con el puño en alto, erigida por los colectivos feministas y bautizada la Antimonumenta. El monumento a Colón está rodeado de vallas de protección donde aparecen pintados ciertos de nombre de mujeres asesinadas o de madres de hijos desaparecidos. En este caso, las madres de la masacre de Ayotzinapa. Fotografía de A. Exbalin, octubre de 2021.
¿Un monumento a Colón o a la colonización?
El monumento a Colón se ubica en el eje más emblemático de la capital mexicana. El Paseo de la Reforma es una gran avenida que va desde el Centro Histórico hasta el Bosque de Chapultepec, en su tiempo residencia de Maximiliano de Austria cuando ascendió al poder en 1862 después de la Intervención francesa y planeó el trazo de este paseo de abolengo. Hoy, en Reforma se concentra el poder económico, político y simbólico del país. Entre 1870 y 1900, Porfirio Díaz llevó a cabo una activa política de edificación de estatuas en honor de la nación mexicana, una política edilicia de las que se encuentran sus equivalentes en la misma época en Chile con Manuel Bulnes, en Guatemala con José María Reyna Barrios pero también en España o en Francia durante la Tercera República. El monumento a Colón de la Ciudad de México se enmarca en un conjunto monumental, de composición en continua evolución conforme a los regímenes políticos y las obras conmemorativas desde su creación.
A este mapa de la ciudad lo atraviesa el Paseo de la Reforma: la rotonda del monumento a Colón de 1877 (N° 6) colinda con el monumento a Cuauhtémoc de 1877 (N°5) y la rotonda del Caballito (N° 7) donde permaneció la estatua ecuestre de Carlos IV de España de 1852 a 1977. Las referencias a la monarquía española y al pasado prehispánico se mezclaban hasta fecha reciente en esta avenida monumental.
La estatua de Colón, de bronce, mide cerca de cuatro metros de altura y descansa en un pedestal de tres metros. El descubridor de América está representado de pie, sin arma ni armadura, con la mirada y una mano apuntando al horizonte, la otra mano levantando un velo que envuelve un planisferio centrado en América. La estatua se eleva por arriba de un grupo de cuatro otras estatuas, situadas en un plano inferior y en posición sedente. Por ende, el monumento se concibió como un diálogo entre esos cinco personajes.
Pedro Gante (1478-1572) fue uno de los trece franciscanos que desembarcaron en 1523 en el México apenas conquistado por Cortés. Fue misionero, traductor incansable de las lenguas indígenas y autor de catecismos en imágenes destinados a evangelizar a quienes se llamaban los Naturales. Bartolomé de Las Casas (1484-1566), más conocido, dominicano, fue al principio encomendero en Cuba y después obispo de Chiapas y gran protector de los indígenas. Diego de Dieza (1443-1523), asimismo un hermano dominicano, fue arzobispo de Toledo y Gran Inquisidor de Castilla pero jamás pisó el Nuevo Mundo. Y para completar, José Pérez de Marchena, franciscano del Convento de la Rabida en Cadiz, finalmente fue el único verdadero compañero de Colón a quien acompañó en su primer viaje.
El conjunto monumental no sólo se enfoca en el momento del Descubrimiento de América, sino que además incluye la “legítima” conquista de las nuevas tierra en nombre de Dios y del monarca español, la evangelización de los nativos y la colonización.
El cuerpo principal del monumento a Colón lo ocupan otras estatuas; aquí se ven a Gante y a Las Casas. En esta fotografía, el monumento fue adornado con flores con motivo del Día de la Raza, el 12 de octubre de 1989. En primer plano un joven con muletas sustrae ostensiblemente una corona de flores. Archivos fotográficos de El Universal.
Los elementos decorativos, los gestos, la posición de los cuerpos y los accesorios de este conjunto forman un discurso político en boga entre las élites conservadoras hispanófilas que claramente situaban la nación mexicana en el linaje de los descubridores, los conquistadores y los hermanos evangelizadores. Sin embargo, este monumento fue menos el fruto de una política nacional que de un empresario mexicano exiliado en Francia en aquel entonces.
El nacimiento del Colón Mexicano
Su nombre figura como donador hasta abajo de la dedicatoria en latín, grabada en una placa de bronce. Es una consagración. Antonio Escandón (1825-1877) fue un magnate de la industria ferrocarrilera. Hizo fortuna, se convirtió en banquero, adquirió la concesión de la línea ferroviaria entre Veracruz y la Ciudad de México y emparentó, gracias a un matrimonio oportunista, con la nobleza del antiguo régimen colonial. Como estaba comprometido con el régimen de Maximiliano, tuvo que exiliarse en Francia en 1867 con el advenimiento del gobierno liberal de Benito Juárez. Volvió a gozar de favores durante el primer gobierno de Porfirio Díaz, quien personalmente lo involucró en la edificación del monumento.
El magnate y el presidente celebraron un contrato por un donativo de 60 mil pesos a cambio de la concesión de una nueva línea ferroviaria. Escandón desempeñó un papel determinante no sólo en el financiamiento sino también en la elección de la estética y la ideología del monumento. Fue él quien impuso las cuatro estatuas de los religiosos en detrimento de las figuras alegóricas de los cuatro océanos, inicialmente previstos. Fue también él quien decidió confiar la ejecución de la obra a un escultor francés, Charles Cordier. El grupo de estatuas fue fundido en París, el cuerpo principal y el pedestal fueron esculpidos en mármol de los Vosgos y el conjunto trasladado en barco hasta Veracruz en diciembre de 1875. El convoy se interrumpió en varias ocasiones por las revueltas indígenas y le tomó cerca de 18 meses llegar hasta la Ciudad de México.
Cuando se inauguró el monumento en agosto de 1877 en presencia de Porfirio Díaz, Antonio Escandón acababa de fallecer en París. En el medio artístico mexicano y en las gacetas de la época, las reacciones contra el monumento fueron globalmente hostiles por falta de armonía en los formatos (los religiosos ocupaban un lugar desmesurado), problemas de proporciones, acusaciones de plagio del escultor francés a partir de modelos diseñados en México, etcétera. En la prensa, los periodistas fustigaban la obra realizada por un extranjero y la influencia cultural de Francia en el Porfiriato. Pero durante un siglo permaneció intacto el monumento, reinando en la más bella avenida de México y, algo sorprendente, jamás se le afectó durante la Revolución Mexicana.
El 12 de octubre de 1892 para el IV centenario del Descubrimiento de América, Porfirio Díaz inauguró otro monumento a Colón frente a la estación de ferrocarril de Buenavista. Esta estatua sigue en pie y no se le ha atacado, ni cuestionado en la actualidad, por su situación excéntrica y quizá también porque al contrario de la de Reforma, no está rodeada de personajes relacionados con la conquista. Fotografía de fines del siglo XIX, procedente de la colección Villasana-Torres.
El monumento impugnado
El 12 de octubre de 1989, Día de la Raza, los miembros de la Coordinadora Nacional de Pueblos Indios (CNPI), que agrupaba las comunidades indígenas, en una manifestación desfilaron hasta el Zócalo en donde, en un anuncio oficial, declinaron la invitación hecha por el Presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) a participar en futuras conmemoraciones del Descubrimiento de América, programada en 1992. Durante el recorrido, el delegado político de la CNPI cruzó el cordón policíaco que protegía la edificación y sustrajo un ramo de flores depositado en honor del descubridor para ofrecérselo a la estatua de Cuauhtémoc situada en la misma avenida a 200 metros de ahí. Cuauhtémoc fue el emperador que estuvo a cargo de la defensa de la Ciudad de México durante el sitio de Tenochtitlan en 1521 y cuya estatua se erigió en 1887.
Un año más tarde, el mismo escenario, pero esta vez quemaron los ramos de flores. En 1992, durante las conmemoraciones del V centenario del Descubrimiento de América, estallaron manifestaciones contra el Día de la Raza en Bolivia, Chile, Costa Rica, Honduras, Guatemala, etcétera. En la Ciudad de México cerca de 25 000 manifestantes, grupos de estudiantes, grupos anarquistas, organizaciones indígenas comunitarias y partidarios del Partido Verde Ecologista, marcharon desde de la Plaza de las Tres Culturas, colgaron en la estatua de Colón una manta blanca en donde se leía “V centenario de las masacres de indígenas” y cubrieron el monumento con grafitis: “Repudio al conquistador / Respeto a los Indígenas / Cristóbal Colón al paredón / México no lo celebra, está de duelo / 500 años de resistencia indígena”. Los dirigentes del Partido Verde Ecologista redactaron una solicitud oficial al Gobierno de la Ciudad pidiendo se quitara la estatua.
El monumento a Colón de Reforma fue posteriormente el blanco regular de sucesivas degradaciones cometidas por los antiglobalistas, neozapatistas, miembros de los gremios de danzantes neoaztecas. En 1994, unos manifestantes trataron de tirar la estatua con ayuda de unas cuerdas, pero fue en vano, pues es demasiado pesada. Fue en el nuevo contexto del surgimiento de grupos feministas en agosto de 2019 cuando se grafitió otra vez el monumento. Las activistas denunciaron el sexismo estructural y las violaciones cometidas por los europeos en jóvenes indígenas a partir del descubrimiento encarnado por Colón. La estatua se retiró en octubre de 2020, oficialmente para restaurarla, extra oficialmente para preservarla de una próxima destrucción anunciada por el movimiento “Lo vamos a tirar”.
En 1992, para el V centenario del Descubrimiento de América, unos estudiantes se subieron a la estatua de Colón para colocar una manta: “El V centenario de masacres de indígenas”. Fotografía de los archivos de El Universal.
Estos ataques deben leerse como intentos de reescribir la historia. Los especialistas en historia de la iconoclasia, desde Olivier Christin hasta Emmanuel Fureix pasando por Dario Gamboni, han demostrado que esos momentos destructores corresponden a transformaciones políticas de envergadura en la historia de la humanidad, como la Reforma en el siglo XVI, la Revolución Francesa o la caída de los regímenes comunistas, que dio lugar a millares de estatuas rotas.
La reescritura de la historia mexicana en 2021
El retiro de la estatua de Colón y de los cuatro clérigos finalmente debe verse en el contexto del mandato de Andrés Manuel López Obrador. El Presidente de México es el heredero de cierta concepción de la historia nacional con programas escolares, políticas conmemorativas y patrimoniales emanadas del indigenismo de los años 1950-1960: valorar el pasado indígena. -aunque sea para embellecerlo e instrumentalizarlo- y minimizar las aportaciones de la cultura europea, une cultura demasiado tiempo sobrevalorada en la construcción nacional.
Alvarado era un capitán de Hernán Cortés. La Avenida Puente de Alvarado, referencia a un episodio de la Conquista, fue rebautizada con el nombre de México-Tenochtitlan en septiembre de 2021. Fotografía de A. Exbalin, octubre de 2021.
El retiro del monumento a Colón no es más que una acción entre otras más que conforman un verdadero programa de conmemoración y desconmemoración. El Día de la Raza se ha transformado en una jornada de resistencia indígena; el Árbol de la Noche Triste, en el que habría llorado Cortés la pérdida de sus soldados por el vigor de un ataque azteca en 1520, se rebautizó como el Árbol de la Noche Victoriosa; la estación del metro del Zócalo, donde se encuentran la Catedral, el Palacio Nacional y el Templo Mayor, de ahora en adelante se llama Zócalo-Tenochtitlan. Entre las 15 fechas seleccionadas por el Gobierno para las conmemoraciones del bicentenario de la Independencia en 2021, se celebraron los siete siglos de la fundación de Tenochtitlan y los quinientos años de “resistencia indígena”, un slogan enarbolado por los contramanifestantes de 1992.
En Buenos aires, la estatua de Colón que se encontraba frente del Palacio Presidencial, donada por la comunidad italiana a la Ciudad en 1921, fue retirada en 2013 durante el Gobierno de Cristina Kirchner y sustituida por la estatua de una guerrillera de las Guerras de Independencia, Juana Azurduy, originaria de Sucre (Bolivia), donada por el Gobierno de Evo Morales.
Al contrario de numerosas estatuas de Colón destruidas en todos los confines del continente durante el verano de 2020, el monumento de México sobrevivirá. Una vez “restaurada”, la estatua será colocada en la Plaza las Américas en Polanco, una de las colonias más ricas, de mayor población blanca y de las más cosmopolitas de la capital. ¿Se encontrará mejor resguardada ahí? ¿La defenderán los vecinos? Un asunto a no perder de vista…